lunes, 9 de diciembre de 2013

LastBreath - 01piloto: Testimonios…



Me acomodo en el plástico sillón, y dejó el periódico mientras enciendo el cuarto cigarrillo del día… ¿Si esto no fuese un incidente aislado? ¿Si por mantener buena fama el pueblo ha ocultado cosas? ¿O será que hago demasiadas suposiciones?... me rio de mi delirio, mientras me levanto y salgo de la cafetería. Una voz a mis espaldas me detiene.



-¡Señor! ¡No ha pagado!- noto que es el camarero…



-Disculpe, en verdad no lo noté- saco mi billetera y le entrego al hombre el dinero del café, que en mi distracción, había quedado intacto en la mesa; mientras lo miro tomando conciencia del desperdicio.



-Es una tragedia en verdad… pero lo merecían…- dice el carismático mesero.



De inmediato se adueña de mi atención, levantando la mirada y ocultando mi curiosidad y asombro, me atrevo a cuestionarle.



-¿Cómo dice? ¿Usted se refiere a la gente de Lastbreath?



-Por supuesto- exclamo el hombre- ellos decidieron vivir en la antigua tierra santa, y dios siempre hace justicia…- Parece muy resentido en sus palabras



-Disculpe buen hombre… ¿Podría ser más claro?- traté de preguntar sin reírme.



-Verá, cuando yo era niño, mi tía vivía ahí- me contaba serio y ensimismado- fui un verano de vacaciones y…- se acercó un poco a mí y me habló casi en un susurro- cosas extrañas pasaban… - Seguí escuchando, quizás sus palabras tenían más significado de lo que parecían…- Verá, yo fui con mi labrador ese verano… y una noche… desapareció ¡En esa tierra maldita!- … suspiré resignado… no era más que el recuerdo de un niño frustrado…



El dueño del lugar, con su pelo blanquecino y un lujoso bastón, se unió a nosotros en la conversación. Se presentó formal y me enteré; por el gesto de desconcierto del joven cantinero noté que él también se enteraba en ese momento; veía al anciano validar las trágicas muertes con suma normalidad, en parte de la eterna conversación me entero que él es un descendiente de la tribu que habitaba ese lugar… habla de templos, habla de espíritus, me harto de escuchar fabulas y me despido cortés. Sin darle mayor importancia de la que merecía me alejo. Estoy a unas horas de Lastbreath, el camino ha sido largo... y cuando más me acerco más problemas mentales parece tener la gente. Suspiro.



El último trayecto lo hago en tren, observo de reojo… y frustrado… mi computadora portátil, que sin querer encender, no me ayuda mucho en mi investigación… En el camino observo la espesa arboleda que va a ser destruida para edificar y ampliar Lastbreath... recuerdo las palabras del viejo: “el hombre va por mal camino y será enderezado o presera”… vuelvo mi vista al verde tan brillante que lucha para sobrevivir. Ahora creo entender las palabras del hombre, destruir una maravilla natural como esa es sin duda un crimen… ¿Alguien está intentando hacer justicia sin que le corresponda?



El piso se movió bajo mis pies, el tren temblaba y parecía estar a punto de descarrilarse… de las cabinas principales veo a los conductores correr -¡SE QUEMA!- gritan exasperados, aunque somos pocos los viajantes, estamos alterados y un tanto frenéticos, el conductor logra aminorar la marcha todos bajamos simulando calma, mas la prisa de nuestros pies por pisar tierra firme, y que no esté en llamas, nos delata, por suerte no hubo heridos… pero mataría por un buen café que me relaje. Desde abajo vemos las primeras cabinas del tren arder, los flashes destellas y mientras otros se encargan de tranquilizar a las ruidosas mujeres, decidimos caminar hasta algún pueblo cercano, nos adentramos en la espesura del bosque… me pierdo en la belleza del lugar con la luz colándose entre las hojas… y no soy precisamente un amante de la naturaleza… pero ese lugar tenía algo especial.



Cuando vuelvo a la realidad me encuentro en ese bosque: Solo. Me alejé del resto del grupo, ya no escuchaba las chillonas quejas de las mujeres, y de algunos intentos de hombre. La verdad, no era algo que me preocupase, me gustaba trabajar solo, aunque el objetivo fuera tan simple como encontrar algún pueblo donde reponer mis energías.



Ya estoy exhausto, llevo más de dos horas caminando, y solo veo verde, sigo caminando, hasta finalmente diviso un pequeño y poco llamativo pueblo, ese renueva mis ánimos y aceñero el paso, llego al pueblo y entro en la primer cantina que encuentro.

-Hola señorita, sírvame un café.- digo sin ocultar mi necesidad por el oscuro y adictivo liquido. – La dama osca pero coqueta, y debo decir que su uniforme de mesera le quedaba a la perfección, me niega con la cabeza. – ¿Disculpe? – Es lo único que atino a decir ante sus gestos.- Deme un café- le exijo, ella vuelve a negarse y se aleja dándome la espalda. Golpeo la barra enardecido llamando la atención de los demás pobladores, que sí, disfrutaban de su café.



Me paro furioso, mi dosis diaria de cafeína no está siendo consumida y mi carácter no es precisamente el más pacífico. Aún así trato de respirar profundo, años de experiencia me han demostrado que la fuerza bruta no es la mejor solución…



-¿Alguien me puede dar un maldito café? Y decirme ¿cómo mil demonios llego al pueblucho de lastbreath?- si… lo sé, la fuerza bruta no es la mejor solución, pero siempre me dio excelentes resultados…



Nadie me respondió, mi ignoraron y siguieron bebiendo y comiendo sin percatarse de que yo existía.



-Malditos dementes- murmuré. Mientras salía azotando la puerta y me subí al primer auto que encontré. No me importo de quien era o las consecuencias, a mi modo de verlo se lo tenían merecido, y yo necesitaba alejarme antes de cometer alguna locura. Arranqué el auto, y los hombres de la cantina salieron y solo me observaron, no me detuvieron ni me dijeron nada, solo me miraba ¡malditos dementes! Arranqué a toda velocidad alejándome de ese lugar de locos.



Después de unos minutos de viaje logre calmarme… un poco, y pensar en mis objetivos, no esperaba gran cosa, pero si tenía curiosidad por los acontecimientos ocurridos en Lastbreath…



Tome la inter estatal en mi auto, al conducir pensaba en lo sucedido, en todas aquellas fantasías de justicia que habían colmado mi pasado y en el hombre que me había convertido ¡que orgulloso estoy! De haberme dado cuenta, que la justicia es lo más injusto que existe… Mientras me distraía sentí un fuerte golpe, que me hizo sentir contra el volante, el error de no haberme puesto el cinturón de seguridad; eché un vistazo por arriba del capot, parecía que había atropellado a algún ¿perro?... Baje del auto para ver de qué se trataba, sin embargo, en la calle no se veía nada… al bajar no vi ni perro, ni mofeta, era extraño el auto no parecía haberse dañado… elevo mi mirada y me encuentro con un cartel que dice “Lastbreath a 100 km”… pienso: “que buen presagio…”. Suspiro.



Me subo al auto y continuo… al alejarse el auto, logro divisar por el retrovisor un torso en el camino, que parecía haber yacido bajo el auto. Reboleo los ojos sin dar mi pésame al canino, y sigo mi camino…



Me acercaba al pueblo, pensé en mi hermana, como rara vez lo hacía, siempre la odie y adoré al mismo tiempo, quizás por ser tan diferente a mi… o quizás por ser tan parecidos… adictos al café bajo tensión y alcoholizados en momentos de felicidad. Reí. Saqué el último cigarrillo y lo consumí desquitando mis nervios, sonreí para darme algo de confianza…



Llego a mi destino sin darme cuenta, es como todo típico pueblo, niños jugando tranquilos, las puertas de las casa abiertas y todo el mundo me saluda sin siquiera conocerme… al poner el primer pié en ese lugar sentí como mis costumbres de la gran ciudad gritaban por auxilio. Me detuve por una taza de café en una parada de camiones, rogando al Dios, en el cual no creía, que no fuera otro pueblo de locos. Me dirijo a la barra, una hermosa niña me atiende, le pido un café negro mientras intento conversar.



-¿Qué edad tienes niña? – ella no responde, gruño sutil mientras me acomodo en el asiento, le miro de reojo y noto hilos cobrizos que surcaban sus labios cosiéndolos, trago en seco y pestañeo, vuelvo a mirarla asombra.



-¿Está bien señor? – me dice la pequeña con la voz más dulce que he escuchado, pestañeo nuevamente, notando que, no había ni hilos, ni heridas en los labios de la niña. Rió como un frenético. La niña me sirvió el café y en seguida vino su padre a atenderme.

-Buenas tardes- me saludo cordial. Yo suspiré aliviado. Le saludo aliviado y comenzamos a hablar, me comenta lo que ya se, “cosas extrañas ocurren en Lastbreath”, trato de sacarle más información, pero no logro mucho, entonces decido contar un poco sobre mí… El hombre me escuchó atento.



-Y el tren empezó a quemarse, por suerte no hubo heridos, pero estuve caminando demasiado hasta llegar a un pueblucho de dementes…- le comento carismático.



-¿Se quemó el tren?- me pregunta extrañado- Es increíble que eso haya ocurrido otra vez…- Arqueo las cejas curioso.



-¿Otra vez?- le pregunto empinándome el café y haciéndole señas de que me sirviera más.



-Sí, hace unos 10 años hubo un accidente así, una de las calderas explotó y el tren se prendió en llamas, pero esa vez nadie sobrevivió, los que habían logrado salir del tren terminaron perdidos en el bosque, nunca encontraron sus cuerpos… una tragedia…- me comentó yo me quedé pensativo.- ¿De que pueblo me dijo que vino en auto?



-No lo sé, la verdad es que no estuve ni cinco minutos en ese lugar, solo alquilé este auto y me vine- mentí.



-Qué extraño… no hay pueblos a menos de 2000km de lastbreath…- me comentó dudando de mi palabra.



-Bueno el auto no lo saqué del tren así que no tiene más opción que creerme. Le dije, él rió divertido y complacido.



Habiendo engullido mi preciado café, me despido del cantinero y me dirijo al lugar donde me hospedaría, la simpática dueña de la posada, de rulos y nariz prominente, me guió hasta una de las habitaciones muy emocionada… supuse que no recibían visitas muy seguido. Pequeña pero acogedora... dejé las maletas tiradas y mi dejé caer en la, un tanto mohosa, cama. Saqué mi celular, una llamada perdida de mi hermana… como siempre: la ignoré. Retiré el arma que tenía escondida detrás del saco, tonteo unos segundos con ella antes de dejarla en el primer cajón de la cómoda, desde hace un tiempo no tengo licencia para portarla, pero eso no evita que sea mi fiel compañera. La justicia es justicia de todos modos…



Mi mente falsea con lo sucedido hace unos años, cuando en un caso, mi último caso, unos fanáticos religiosos se encargaron de otorgarme el peor día de mi vida, en un impulso y con la ira dominándome, arrebaté la vida del asesino que guiaba aquél crimen, que producía suicidios en masa… no se me condenó por los hechos, y nunca se supo la verdad detrás de esa historia, pero me dejaron sin placa y con mucho tiempo libre…



Luego de perderme unos minutos en las manchas del techo, que parecían ser arte de las termitas, me levanto, pensar en mi pasado me pone en una posición muy extraña, e incómoda, quiero aire, quiero caminar, quiero un cigarrillo…



Bajo y observo a una dama hablar con el posadero es solo un segundo pero, me pareció una eternidad, ¿qué hacía una mujer con tal potencial de belleza en un pueblucho como este? vi como se alejaba y me acerqué al posadero.



-Voy a dar unas vueltas, si no hay problema- le digo al hombre sacando mis cigarrillos…



-No señor, pero no es prudente salir por las noches… - de fondo se escucha la voz de una mujer llamándolo, el se estira el cuello de la garganta tragando en seco, y resignado va con su esposa despidiéndose de mí con la mirada.

Dudo por un momento el salir, aunque no considero que un pueblo tan tranquilo sea peligroso…

Salgo, me abrocho mejor el saco al sentir el frío del la noche, camino una cuadra… no veo a nadie, las calles están desiertas. Falta una hora para la medianoche, en un suspiro meto las manos en mis bolsillos y de repente siento una respiración tras de mí, me volteo rápidamente y alcanzo a divisar a un hombre corriendo…

-veo que también está haciendo ejercicios “detective”- me dice el sujeto un tanto burlón mientras se aleja.

Intento seguirlo, pero le pierdo el rastro… ¿quién es? ¿Por qué me llamó detective? – dudo frustrado mientras saco un cigarrillo intentando olvidarlo… me doy cuenta de que llegué a una plaza, así que decido disfrutar de la nicotina en uno de los bancos.

No puedo evitar pensar en ese sujeto, al recordar noto que no pude verle el rosto, o al menos… no logro recordarlo, siempre he sido detallista, esto es nuevo para mí… el frío me abruma, y el cigarrillo ya consumido me indican que es hora de volver a la posada.

Al alejarme, siento como una de las hamacas de la plaza empieza a columpiarse sola, me voy vuelta culpando al viento y sigo mi camino hacia la posada, realmente me alejé más de lo que creía, en toda la oscuridad y soledad del lugar, veo una tienda con las luces encendidas… es casi media noche, decido echar un vistazo.

Es una tienda de antigüedades, entro despacio y buscando al dueño, lo encuentro, el anciano está muy cómodo en su reposera, con un tapado azul oscuro y una capucha exageradamente grande, no puedo ver el rostro, pero siento que me mira.

-¿Qué hace su tienda abierta a estas horas?- pregunto con desconfianza. El hombre habla pero no logro entenderle- ¿Disculpe? – insisto

-Le dijo que está cerrado, solo esperaba por usted

El hombre se para haciendo sonar sus gastadas caderas saca de un estante una caja de ocre polvorosa y me la entrega…

-¿Qué es esto? – pregunto tomando la caja por reflejo.

-Es algo que le han dejado… - dice dejándome el peso de la caja y dándome la espalda.

Observo la fecha de envió es del 12/8/2000, supuse que era un error, después de todo apenas si empezábamos el 1999. Salí de la tienda sin darme cuenta, sin saludar, y completamente ido en mis pensamientos, me volteo, todo estaba apagado, al parecer realmente, el hombre solo esperaba por mí… lo cual me hizo sentir un terrible escalofrío… golpeo.

-¡Señor!... ¿quién lo envía?…- pregunto frustrado a la puerta, dandome cuenta que ya es tarde, para hacer esa pregunta.

Sin respuesta alguna… me agarro la cabeza frustrado con una mano y con la otra sacudo la caja un poco furioso, todo es demasiado extraño, necesito una buena noche de sueño con urgencia… levanto la vista y para el alivio de mi alma la veo la posada, entro y paso directo por las escaleras hasta mi mohosa habitación, me siento en la cama y miro la caja nerviosos y ansioso por saber lo que hay dentro.

La abro y lo primero que encuentro es una nota que dice: “Espero que logres tu cometido, esto es todo lo que puedo darte”, corro los papeles que embuelven al objeto que hay dentro, y me encuentro con un sable… ¿un sable? Me quedé tildado unos segundos y luego lo saque para observarlo mejor.

Parece ser, de la época de guerra por las Malvinas, de algún coronel de alto rango, es negra y la empuñadura de marfil, esta arruinada y desafilada… siento una punzada en mi pecho al recordad superficialmente a mi padre… pero ignoro todo al respecto, perdiendo la emoción al ver el arma desquebrajada, la dejo al costado de mi cama y me ordeno dormir…

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